Fuente | Geliberth Cabrera
La lesión que cambió todo.
Era 16 de mayo de 2024, Joao Rojas encaraba el área de São Paulo en la Libertadores. Un cruce, un grito… y el silencio. Desde entonces no volvió a jugar ni un minuto. Lo que parecía un golpe terminó siendo una fractura de peroné, tres cirugías y más de 400 días sin fútbol.
Primero fueron dos intervenciones en 2024, luego una tercera en julio de 2025: un injerto cutáneo porque la piel simplemente no cerró. Las secuelas fueron físicas, sí, pero también emocionales y profesionales. Su valor de mercado se desplomó de 1.5 millones a 800 mil dólares. Las críticas en redes llovieron. Pero detrás de cada operación hay un deseo de volver, un intento de aferrarse a la fe de que el fútbol no se ha terminado.
Porque esto no solo fue una lesión. Fue una prueba. Y lo que no se dice, lo que no se ve, es la parte más dura: el silencio del vestuario, la espera, la incertidumbre.
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