Fuente | Óscar Portilla
El clásico en el Atahualpa dejó más que un resultado: destapó otra vez la llaga del arbitraje ecuatoriano. La actuación de Franklin Congo fue, por decir lo menos, escandalosa.
Un penal clarísimo sobre Carlos Gruezo que ni el VAR quiso ver. Un árbitro que no explica, que pierde la compostura y hasta empuja a Alejandro Cabeza en pleno reclamo. ¿Qué pasaría si fuese al revés, si un jugador tocara al juez? Sanciones ejemplares. ¿Y cuando es el árbitro quien agrede? Silencio. Después, un concierto de decisiones incoherentes: faltas leves contra El Nacional pitadas como infracciones, faltas fuertes sufridas por Liga que quedaron impunes. Y así, partido tras partido, Franklin Congo siempre está en la polémica. Ya lo vimos con Delfín, ya lo vimos con Emelec. Y hoy, otra vez.
Esto ya no es solo error humano: es insostenible, es hasta sospechoso. ¿Dónde está la Comisión Nacional de Arbitraje? ¿Dónde está Néstor Pitana? Porque el barco del arbitraje en Ecuador se está hundiendo, y con discursos bonitos no se salva nada.
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