Fuente | Óscar Portilla

Lo bueno:
El Independiente del Valle volvió a marcar territorio. Fue al Monumental y aplastó a Barcelona, demostrando que es el líder más sólido del campeonato. Los toreros apenas ofrecen destellos de reacción… y luego, otra vez, al suelo. La hinchada, cansada y molesta, hizo sentir su voz en Guayaquil.
También Emelec dejó una buena sensación: venció 3-1 y, pese a sus crisis institucionales, sigue con vida. Una bocanada de aire fresco para un club que juega sin público por sanción, pero que no se rinde.

Lo malo:
Los grandes no justifican su historia. Liga y Barcelona siguen muy lejos de la jerarquía que deberían representar. Planteles sin consistencia, sin alma, sin dominio. A eso se suma el drama económico y las tribunas vacías en el Capwell: un golpe durísimo para el espectáculo y la economía azul.
Y otro punto negativo: las plantillas cortas que se desgastan con el paso del torneo. En Ecuador, 30 fechas parecen un muro que pocos pueden escalar.

Lo feo:
La otra cara del fútbol nacional. Sanciones, hinchadas violentas, equipos castigados por su propia afición. Dirigentes que prometen refuerzos y desaparecen. Clubes que se visten de “grandes” pero juegan como mediocres.
Liga Deportiva Universitaria es el caso más evidente: sin refuerzos en la mitad del año, justificando su inacción con frases vacías como “para contratar por contratar, no contratamos”. Hoy, su “equipo titular” muestra que no alcanza para soñar.

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