Fuente | Óscar Portilla
El 4-0 en São Paulo dolió. Pero no tanto por la derrota, sino por el violento contraste entre la epopeya vivida en Quito y la realidad que desnudó la noche brasileña. Liga Deportiva Universitaria pasó de la gloria del 3-0 ante Palmeiras a una caída que dejó lecciones profundas. Porque este plantel dio todo —corazón, orgullo, coraje—, pero cuando la mística no alcanza, aparece el límite.
Lo que vimos en el Allianz Parque fue la historia del héroe cansado. Un equipo que ya había vencido a Botafogo y São Paulo, que se plantó con inteligencia táctica y espíritu de campeón. Pero el fútbol, cruel y sincero, no perdona los descuidos estructurales. Esta derrota era una profecía anunciada: lo dijo su propio presidente, cuando redujo las expectativas a “pasar la fase de grupos”.
No se reforzó el plantel. Llegaron lesiones, suspensiones, y un banco que se fue quedando vacío. Tiago Nunes estiró el equipo como un elástico, hasta que anoche se rompió. Y no fue por táctica: fue por falta de respaldo. Por una dirigencia que confundió mística con milagro.
En lo deportivo, hubo jugadores superados por el escenario y por la jerarquía del rival. Sin señalar nombres, bastó ver la tensión en cada despeje, la falta de aire, la desesperación en el rostro. El fútbol no se construye solo con garra: necesita planificación, jerarquía y plantel.
Sin embargo, esta goleada no borra la campaña heroica de Liga. El alma de este equipo seguirá siendo ejemplo de orgullo y resiliencia. Pero lo ocurrido anoche fue la factura de la improvisación. La Copa Libertadores no perdona cuando se compite a medio construir.
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